Uno, dos, tres...



domingo, 23 de enero de 2011

Porque no soy sin serte, ser inerte.

Supones las uñas de la verdad, las uñas que arañan con rabia las paredes de una habitación sin sombras, de una habitación hecha para la diversión, de una habitación recreo. Eres las uñas que rasgan lentamente las cuerdas de una guitarra, que mueven el pelo al viento y lo colocan, las uñas que rascan tu barba incipiente. Pareces ser las uñas que agarran con fuerza un cuerpo desnudo, que se clavan en la espalda indolente de la desesperación, hasta hacer sangrar ríos de tinta roja llena de palabras necias y sin sentido alguno. Las uñas, esas que me arrebataron sin piedad los restos que me quedaban de ideas sin usar, que ahora mueren en una alcantarilla habitada por ratas inhóspitas. Las uñas que me destrozan el rostro día tras día, que me devoran las entrañas, que me hacen ser tan dependiente, que necesito seguir sufriendo. "Cállate y vete, ser sucio sin valores ni principios. ¡Y no vuelvas!", me gritas.
Arráncame de cuajo los dedos, y destrózame el corazón antes de que cuente diez. Empiezo por el nueve.


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