Uno, dos, tres...



sábado, 29 de enero de 2011

Caprichos del tiempo.

Te escucho y lo siento, las piernas me tiemblan, los latidos del corazón se vuelven nítidos. Lloro, y la cama se llena de lágrimas, y una estrella aún con vida, se pelea por salir. Las sábanas, frías por el temporal, esperan en vano tu llegada, creyendo poder resistir a la tentación de las pertenencias. Llueve, y el deseo de ser lluvia, llena el ambiente. Y entonces, te escucho de nuevo, y las ganas se convierten en dolor, silencioso dolor, y una lágrima aflora en el borde de mi mirada. Y, sin lógica alguna, mi mente piensa en el desenlace y sufre. Siente la tristeza del fin de algo que no ha empezado, o de algo que no empezará. Duele el sentimiento de final de algo que probablemente, ni tenga principio, ni tenga fin; una constante en el tiempo. Un nombre para la nada.

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