Uno, dos, tres...



jueves, 13 de enero de 2011

Éxtasis.


La desintoxicación a veces lleva a no saber distinguir el sueño de la realidad. Ésta última es, en ocasiones, tan efímera, que ni siquiera consigo saber si ha existido. Avanzo, estancándome en cada paso que doy, ahogándome en cada bocanada de aire, arrastrando mi cuerpo en el vaivén de una calle sin luz. ¿Y el sueño? El sueño es donde confluyen mis temores, mis alegrías y mis penas. El sueño es donde vierto todo lo que no consigo decir, donde vivo en total libertad y conozco el terror. Algunos me cuentan que los sueños son triviales, simples y sencillos. Yo no les creo. No quiero creerles. Yo creo en los sueños, cuando sueño despierta, cuando sueño dormida. Cuando la realidad es un sueño del que no quiero salir, escapo sin querer; cuando el sueño me atrapa, me quedo sin saber qué hacer. Yo sueño despierta y dormida, sueño que subo a tu tejado y cuento las estrellas en tu cuerpo, yo sueño que sueño con otra realidad, y sueño que no hay despertar. Yo sueño sin sueño, sueño sin ganas, sueño de noche y sueño de día. El sueño que sueño es tan auténtico como la realidad en tiempos de gloria, es como sentir la arena en los dedos de los pies al caminar por la playa desierta. El sueño que vivo, es sólo una jaula sin municiones, con un león dentro. El sueño... El sueño es el presente que me arrebata la memoria. 
La realidad acaba metida en el sueño. Mi subconsciente teme y extraña, te piensa sin verte, te vive sin alma. Despierto cuando se acaba el sueño, pero despierta mi cama cuando no te tengo en frente. Y cuando despierto, la realidad es sueño, y hay un ínfimo espacio de tiempo en el que yo no soy yo, y lo que toco, lo sueño. 
Y llega la noche al mar, y el cielo se llena de estrellas, reflejando los secretos marinos y las botellas con mensajes en su interior, donde, un joven marinero, algún día, declaró su amor a las sirenas a bordo de una botella de Ron. Y en la ciudad, los niños duermen bajo sábanas de seda, los gatos maúllan buscando dónde pasar la noche, las sirenas ruidosas advierten que la muerte está cerca, acechando a la vuelta de la esquina. Los bares ya han cerrado, y en su interior, ríos de melancolía fluyen por sus paredes, llevando consigo el dolor de los visitantes, y dando paso al aire fresco de la luna. Las palabras rinden homenaje a sus autores, bailan al ritmo de blues el vals de los recuerdos, se entremezclan formando canciones bajo la luz de un candelabro en la oscuridad, viven buscando un orden imperfecto en el que asentarse. Las tinieblas se alimentan de la soledad acompañada de sombras y relojes, y dan pie a aquello que sólo los soñadores, consiguen ver: lo que más desean. Su trocito de cielo.


1 cenizas encendidas:

Ana dijo...

Soñar... Que seríamos sin sueños?
Has cambiado el nombre del blog! Me gusta :)

Un beso!

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