Uno, dos, tres...



domingo, 18 de julio de 2010

Dejar atrás esta ciudad.

Despedidas. Sólo me quedan cuatro horas para dejarte. Para separarnos durante un tiempo, el que sea necesario, el que me imponga el clima. Y va a ser duro. Perder tu olor, despertarme en otra cama, dormir tapada y que el sol no me acaricie. Te echaré de menos.
Por tus calles caminé, reí, lloré, me perdí. En Colón cené, me despedí y abracé. También me reencontré con viejas amistades, bebí, jugué, pasé por debajo y por encima. Por la Castellana bajé, gritando de la emoción, pintada y feliz. En Callao comí cultura, conocí esquinas y reencontré artistas dejados. La Gran Vía la atravesé sin mirar, subí y bajé, fui temeraria, me emborraché y reí. Me rechazaron por desconocimiento de causa, y cambié mi plan de huida. Malasaña me hizo temblar, traspasando la ley, siendo ilegal, rockandrolleando y visitando viejas tiendas de vinilos.
En el Metro de madrugada hablé de más, se rieron de mí, me mintieron, engañaron y tocaron. Abrí puertas prohibidas y no me dí cuenta. Me despidieron en un taxi sin dirección fija y con ideas confusas. En el Retiro volé por encima de las nubes, la hierba se quedó atrás y el rojo se convirtió en rosa, también lo pasé mal y sufrí. Conocí la oscuridad. Me tumbé al Sol cuando llovía, con las gafas puestas, y prometí. En Plaza de España salté, me colé, grité, me miraron mal, gané dos púas y las perdí. Me reconocieron, saludaron desde arriba, sonrieron. Me hice fotos y fui mal vestida. Conocí a buena gente, escuché un Chotis Madrileño y pasaron de mí. En Goya me sentí extranjera entre muros naranjas, bajé a pasadizos, conté un chiste.
Me confundí de camino, me sentí atrapada y no me enteré de nada. Pasé un rato con amigas. Recibí una llamada y me ayudaron a disimular, se preocuparon por mí y no recuerdo más. Vi camisetas de rayas, gente pasada de la raya, pasos de cebra, me preguntaron el por qué de las rayas, y las confundí con los cuadros. La ciudad nunca duerme, sólo cierran el Metro. El día fascina, y la noche, atrapa. Las esquinas, los lugares y el cielo son infinitos, y ávidos de deseo. Y yo disfruto recogiendo del suelo trozos de historias olvidadas, diferentes todas ellas y unidas por el asfalto de Madrid Capital. Un sueño.
Allá donde se cruzan los caminos, pongamos que hablo de Madrid...

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