Uno, dos, tres...



domingo, 21 de agosto de 2011

Ha cundido el pánico entre hojas y valles de seda.

Y entonces le pegué un tiro en la cabeza. Por abusar de su valentía, maldito cabrón, se lo merecía. Nadie tiene derecho a fardar de coraje en noches como esta, con la luna llena y las sábanas manchadas de pasión. ¿Cómo se le ocurre? Ahora me ha quedado sangre en los dedos, en la boca y en el corazón. Pero tengo un sustituto. Y esta noche, moriremos, para que vuelvas a vivir en el infierno de los besos que nunca nos dimos. Y por todas las guerras del silencio que nunca ganamos. Porque los felinos terminan siempre comiéndose a sus presas, tengan carne o sean sólo de hueso. Mientras tengan alma...

P.S.: edición e imágenes llegarán cuando vuelva.

1 cenizas encendidas:

WK. dijo...

Bonito. Real. Me gusta.

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